Todo
parecía estar en su sitio. Tú, emitiendo vibraciones en forma de flechas. Yo, zarandeada
por tu lógica abrupta y descarrilada. Envueltos en el mismo aire recalentado de
siempre.
El
tiempo iba pasando aprisionado en un puño, cuando antes de que nos diéramos cuenta
el suelo nos quiso zambullir en el fango de nubes deshechas, donde se habían quedado
evaporadas las ilusiones que pretendían dar respuesta a las cicatrices viejas.
Casi
como por inercia, el cordón acabó rompiéndose enganchando latigazos que yo sí alcancé
a esquivar.
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