Aprendimos a saltar entre burbujas de
azúcar,
envasados al vacío de lágrimas que no lloran de risa,
huyendo de fronteras muertas y coronas de espinas,
envasados al vacío de lágrimas que no lloran de risa,
huyendo de fronteras muertas y coronas de espinas,
de princesas de mármol con sonrisas de
plata,
de ciudades sin nombre y banderas a
media asta
izadas en honor al dolor que quedó clavado
en la nuca,
alejados del vértigo inhalado antes del último salto de altura.
alejados del vértigo inhalado antes del último salto de altura.
Que comience el espectáculo de luces
y sombras
mientras intentamos protegernos con mentiras de papel,
mientras intentamos protegernos con mentiras de papel,
agazapados bajo una capa de nubes rotas
que ya no alcanzamos a sentir sobre la piel.
El escudo empezó a desvanecerse en insuficiencia,
descubriendo cómo nos había vuelto vulnerables
antes incluso de que nos lanzáramos a la experiencia
de reinterpretar los latidos en ecos
que custodian los instantes
que refuerzan los motivos
que nos hacen inevitables.
que ya no alcanzamos a sentir sobre la piel.
El escudo empezó a desvanecerse en insuficiencia,
descubriendo cómo nos había vuelto vulnerables
antes incluso de que nos lanzáramos a la experiencia
de reinterpretar los latidos en ecos
que custodian los instantes
que refuerzan los motivos
que nos hacen inevitables.